¿Nos hace el capitalismo más amables?
Himar Almeida
Muchos dicen que el capitalismo nos hace monstruos avariciosos, incluso al googlear la pregunta, salen múltiples páginas alegando que el capitalismo nos hace más egoístas, menos empaticos, y todo lo malo que se te ocurra. Sin embargo, en la newsletter de hoy veremos que no solo se equivocan, sino que de hecho, nos hacen aún más amables.
En el correo de hoy:
El panadero no es tu amigo: pero te trata bien igual
¿Por qué en países socialistas nadie sonríe?
Los incentivos: Lo son todo
El panadero no es tu amigo
Adam Smith lo entendió, y es que en eso consisten los mercados, en aportar valor a los demás. Lo curioso es que el ser humano encuentra satisfacción en esa aportación de valor, en ayudar a los demás. Hay un doble incentivo ahí.
Está claro que el principal incentivo es ganar dinero, lo cual no es nada malo. El panadero y el carnicero ganan dinero para pagarse una casa, alimentar a sus hijos y llevárselos de vacaciones a DisneyLand Paris (o al de Orlando); para eso venden carne y pan. Y si lo gastan en drogas y alcohol, también está bien, es SU dinero.
Pero encuentran una pequeña satisfacción al darle a la gente lo que quieren.
Cuando ayudamos a alguien se activa el sistema dopaminérgico del cerebro que genera placer. Entonces no solo haces dinero, sino que encima te genera placer.
A esto se le llama Teoría Significativa del Trabajo, y genera una bola de nieve. Si tratas bien a la gente, consigues dos cosas:
Satisfacción del cliente: Más probabilidad de ingresos futuros.
Satisfacción personal: Por tratarlo bien y ayudarlo.
Entonces el tratarlos mal es perjudicial al largo plazo, pierdes dinero, y pierdes satisfacción personal, por ser una basura de humano.
¿Los socialistas no sonrien?
Todos sabemos que las personas del sur son más amables que las del norte, aunque hay muchas hipótesis de por qué pasa esto, no nos adentraremos en esta cuestión, sino en la de que en las zonas dónde hay más Estado o hubo socialismo, la gente es más antipática y amargada.
Cuando no hay competencia, o tus ingresos están planificados por la encarnación del demonio (Estado), la satisfacción del cliente da absolutamente igual. Te compren o no, da igual. Si el cliente vuelve o no, da igual, tu ganarás lo mismo porque así lo decidieron los planificadores centrales.
Entonces, ¿para qué ser amables?
Sumado a esto, que la gran escasez de alimentos y recursos escenciales (cosa más común al haber más Estado), genera desconfianza en las personas, aumenta el estrés y reduce la empatía (Mullainathan & Shafir, 2013).
Todo esto sumado, hace que te puedan mirar mal mientras escaneas el pan en el supermercado (si es que hay pan, y si es que hay supermercado).
Los incentivos lo son todo
Un profesor de microeconomía siempre lo repetía: Los incentivos lo son todo, y el ser amable no es la excepción.
Básicamente:
En el capitalismo: Tienes más incentivos a ser amable
En el socialismo: No los tienes
Me puedes decir que el otro día te atendieron mal en el supermercado, a mi también me ha pasado…
Primero estás aplicando la falacia del ejemplo irrelevante, y segundo, es que los incentivos aumentan las probabilidades de que alguien decida hacer algo, pero no lo garantiza.
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